Maria Córdoba perdió su trabajo en Marzo 2020 debido a la pandemia. Credit: Amir Aziz

Este informe es una colaboración entre The Oaklandside y el laboratorio de noticias en español de Oakland, El Tímpano.

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En el primer día de su período presidencial, Joe Biden reveló un proyecto de ley para la reforma migratoria. Entre otras cosas, esto creará una manera para obtener la ciudadanía para los 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven en los Estados Unidos. Los líderes del congreso planean llevar unas partes del proyecto de ley al voto este mes mientras consideran su estratégia para aprobar una reforma completa.  

De ser aprobada, esa reforma llevaría a cabo cambios grandes para las comunidades inmigrantes de California, donde uno en cada diez trabajadores es indocumentado. El Tímpano preguntó a su audiencia—principalmente inmigrantes Latinos y Mayas del Este de Oakland—cómo les afecta la política de inmigración, y que quiere ver en cuanto a reformas se trata. 

Muchos notaron el dolor de estar lejos de su familia dado al reto de viajar libremente. Otros describieron la dificultad de encontrar buen trabajo, y la frustración de pagar impuestos y no recibir beneficios como seguro del desempleo o seguro social. Otros hablaron de la ansiedad omnipresente de vivir sin documentación legal. A continuación hay algunas de sus historias.   

Consuelo Pérez*   

Consuelo Pérez tiene 52 años. Limpia casas y ha vivido en Oakland durante 15 años. 

Yo vivía en una colonia que se llama Apopa, en San Salvador. Yo me vine porque los ingresos eran muy, muy pocos. Yo era la que sostenía la familia, y no me alcanzaba. La situación cada día iba peor—la delincuencia y las deudas. Como que hubo un momento en que yo las deudas ya no, ya sentía que ya no salía pues. Fue así como yo decidí venirme y dejar a mis dos hijos. Uno quedó de seis años y el otro quedó de 14.

Cuando yo me vine, mi hijo el grande, lo estaban queriendo meter a las pandillas. Y en base a eso de lo que yo podía mandar ellos lograron salirse de allí, de esa colonia donde nosotros vivíamos. 

Dije yo, en dos años pago y ahorro un poquito y me regreso. Pero cuando uno siente, ya el tiempo se le ha ido. Y esos dos años se me pasaron y ni cuenta me di. 

Imagínese 15 años de no ver a la familia. Para ellos ha sido difícil y para mi también. 

Ya siento que ya. Ya me desespero por ver a mi gente. Pues yo le pido poder verlos realmente. Pues a mis hijos, a mi mamá–porque mi papá se murió hace seis años, ya nunca lo pude ver. Mi mamá tiene 86 años. Poder verlos porque, porque si, ya es, ya es bastante tiempo. 

Antes hablábamos más seguido. Hoy ya no, casi no hablamos, no tanto como antes. Ahorita ya ellos andan en su mundo. Trabajan, estudia uno, y pasan bien ocupados.

Ya mi hijo mayor ya cumplió 29 años. Y hace tres años más o menos, se graduó de licenciado en diseño gráfico y para mí es un gran orgullo que ya él se haya graduado. El más pequeño también, ya lleva como cuatro años de la universidad. Está sacando comunicaciones y trabaja también. Ellos han valorado. Han valorado el sacrificio que uno ha hecho. 

Yo quisiera que a todos nos arreglen. mucha gente que tiene años, hasta treinta años, y como dicen, no son ni de aquí ni son ni de allá todavía. Y pagan impuestos. Yo pienso que ya es tiempo. Ya se merecen que le den una oportunidad de hacer sus papeles. 

José Luis Caicedo

José Luis Caicedo, 41, es un inmigrante ecuatoriano quien ha vivido en Oakland desde hace 3 años. Trabaja como intérprete médico y también es el traductor de El Tímpano. En este entrevista, compartió la lucha de su padre para obtener estatus legal. 

José Luis Caicedo en su casa en Oakland. Credit: Amir Aziz

Ventajosamente yo logré tener mi ciudadanía estadounidense. Mi mamá ya es residente legal, y está en camino aplicar para ciudadanía. Mi hermano y mi hermana, ellos son ciudadanos estadounidense también. Los tres logramos alcanzar un nivel de educación superior que nos ayudaba poder salir adelante en este país, tener profesiones, poder tener una familia, mantener un hogar con bienestar.

Pero mi situación fue muy diferente a la de mi papá.

Mi papá solía trabajar en una sweatshop en el distrito de la industria textil de Manhattan. Y era típico que la migra haga redadas en esos factorías. Un día llegaron así de sorpresa. Y en vez de esconderse, le dejó agarrar. 

No tuvo buen asesoría legal y cometió peor error todavía qué fue de firmar una salida voluntaria. Y no salió del país.

Pasó mucho tiempo para que abra su caso para lograr o intentar cambiar su estatus legal, pero las leyes migratorias son complicadas y son cambiantes. No puede, a estes alturas renovar su caso para poder jubilarse y obtener su dinero, su pensión de seguro social de todos los años de impuestos que ha pagado

Entonces la afecta. Desde el punto de vista emocional, le afecta mucho porque él se siente como una persona que no tiene validez. No es igual. Siente como una persona de segunda clase. O de otra casta. Afecta también su salud mental. Y obviamente su situación económica también al no tener ningún tipo de ingreso, porque ya este da ya dejó de trabajar.

Espero que se dé una reforma migratoria. Sería un cambio fenomenal, una oportunidad para que el vuelva a vivir todas esas cosas que él solía disfrutar, y que no ha podido disfrutar debido a las leyes migratorias. Cómo viajar, subirse en un avión y viajar de un estado a otro sin miedo, sin temor. Sacar una licencia, conducir un vehículo. Regresar a su país a ver a su familia, la que le queda. Disfrutar de los beneficios de su retiro, el seguro social. Y poder sentirse como un humano normal. 

Maria Córdoba

Maria Córdoba tiene 43 años. Hace cinco años vino sola a los Estados Unidos de El Salvador. Después de vivir 2 años en Houston, se mudó a Oakland.  

Maria Córdoba en frente de su hogar en Oakland. Credit: Amir Aziz

Las intenciones mías han sido siempre de venir a trabajar para progresar, para hacer algo productivo. La mayoría que venimos acá venimos a trabajar, a echarle ganas a este país. 

El trabajo para nosotros los ilegales es el trabajo más mal pagado. Es el trabajo más pesado. No tenemos muchas oportunidades de tener un buen trabajo como en una market o en lugares más grandes, así en tiendas, y pues nos descuentan de nuestro trabajo. Y nosotros no tenemos mayores beneficios de eso.

Cuando llegué a Houston empecé a lavar platos, y pues perfecto. A mi me da gusto porque al menos hay trabajo, ¿verdad? Cuando vine a Oakland, también de lavar platos conseguí trabajo en un café. Ganaba el mínimo—$13.25 parece que era entonces. Ya hoy por último nos habían subido a $14.14 pero ya no.

Yo desde la pandemia ya no trabajo. Ya solamente me dieron una carta que, debido al motivo de la pandemia, nos habíamos quedado sin trabajo. Y hoy pues, desde marzo del año pasado no trabajo. 

Debido a eso, ya no pude pagar renta yo sola. He venido a vivir con unos señores, con unas amigas. Y este, la hija de ellos, me dice “mirá en tal compañia quieren gente, en la otra compañía quieren gente.” pero como sin papeles, sin ningún permiso de trabajo, yo no puedo aplicar a nada de eso.

Sería una buena oportunidad que al menos uno pueda tener aunque sea un permiso de trabajo para poder trabajar ya uno legalmente y ya no estar con el temor de que uno está ilegal acá. Si me dan la oportunidad de tener mis papeles, pues bendito sea Dios. Que bonito sería estar legalmente en este país.

Dulce Escalante

Dulce Escalante, 38, vino sola a los Estados Unidos de México 14 años atrás. Dejaba allí a sus hermanas y su hija, quien tenía entonces 3 años. Hace 10 años que ha vivido en Oakland. 

Mi vida ha sido a veces un poquito triste. Un poquito triste porque no puedes tener a tu familia. Puedes tener muchas cosas o puedes ayudar a tu familia, pero no puedes abrazarla. Y esa es como la fractura, que no puedes mirar a tu familia. 

Crecí en un lugar humilde con mi abuelita, con mis papás. De muy chica cuidé de mis hermanos y también iba a la escuela. Mi papá falleció. Entonces como hermana mayor siempre he tenido ese compromiso. Mi misión era con mi familia. Quiero que estén bien. Entonces como que me olvidé de mi, porque hasta ahorita tengo mis hermanas, que ahorita ya están graduadas. Y que bueno que ellas sí pudieron hacerlo. Y me siento satisfecha. Yo no lo hice, pero ellas sí lo hicieron. Mis hermanas crecieron en mejores condiciones que yo gracias a venir a este país. 

Pero a veces cuando yo necesito algo, como platicar con alguien, yo sí siento que los tengo lejos. Y es ahí cuando, como me pasa la fractura, porque me pongo triste y lloro. Allá ellas se apoyan y se abrazan porque están todas juntas. Pero yo aquí no tengo a ninguna de ellas. Hace mucho tiempo no veo a mi familia. Han habido parientes que fallecieron, que quise verlos, y no pude por el estatus que tengo. Y pues una reforma migratoria cambiaría por completo esa situación.

Hago mis taxes. No tengo antecedentes que yo haya hecho algo mal. Y pienso que los inmigrantes somos parte de aquí. Le hemos dado crecimiento a la economía aquí en California y en otros lugares de los Estados Unidos. Somos un brazo fuerte para el país.

Por eso pienso que tendrían que darnos el valor de esa manera. De alguna manera están reconociendo de que existimos, de que estamos presentes. Ojalá se dé una amnistía para mejorar la calidad de vida de los inmigrantes que no podemos ver a nuestra familia. 

Cambiamos los nombres marcados con asterisco (*) a solicitud de la entrevistada por el miedo debido a su estatus legal.  

Las entrevistas se han hecho por Madeleine Bair de El Tímpano, y redactadas por Madeleine Bair y Daniel Marquez.

Madeleine Bair is an award-winning journalist and media developer. She is the founder of El Tímpano, a Spanish-language reporting lab designed in collaboration with Oakland’s Latinx and Mayan immigrants, and described as an “outstanding innovation model” in the 2019 Latino News Media report. Madeleine is proud to have begun her career in journalism as a kid in a youth media organization based in a church attic in downtown Oakland. Since then, she has taught radio production to teenagers, worked on a morning show at Chicago Public Radio, produced multimedia for Human Rights Watch, and collaborated with media activists from around the world. Madeleine’s stories have appeared in the Washington Post, San Francisco Chronicle, and Colorlines, and broadcast on public media programs including PRI’s The World and Independent Lens.