Veronica Macario, residente de Oakland, con sus dos hijos afuera de su casa. Credit: Harvey Castro

Este reportaje es una colaboración entre Oaklandside y el buró de noticias en español de Oakland, El Tímpano.

Este artículo fue traducido por Azucena Rasilla.

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Tres semanas después de que comenzó el año escolar, el hijo de 10 años de Verónica Macario aún no había asistido a clases a la escuela Manzanita. El niño había recibido una computadora portátil de la escuela y las instrucciones sobre cómo iniciar una sesión de clase. “Pero como no entiende inglés”, explicó Macario, “no entendía nada.”

El hijo de Macario llegó a Estados Unidos desde Guatemala el año pasado y asistió a una escuela diferente en el este de Oakland antes de que la familia se mudara a Fruitvale durante el verano. Cuando Macario lo inscribió en Manzanita, una primaria pública donde casi la mitad de los estudiantes son recién llegados y están aprendiendo inglés, le dijeron que no había clases bilingües para estudiantes de cuarto grado. Como ni Macario ni su hijo hablan bien inglés, el personal escolar  les aseguró que les llamarían para ayudarlos. El año escolar transcurrió, y Macario no recibió ninguna llamada.

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Las semanas pasaron y Macario intentó enviarle un mensaje al maestro de su hijo para que buscara ayuda. Los lunes iba a la escuela a recoger paquetes de trabajo para que él pudiera estudiar. Pero, a Macario le hubiera gustado poder hacer más para ayudar a su hijo. “Es realmente difícil para mí”, dijo Macario entonces. “Me preocupa que se atrase por esto.” Para alivio de Macario, a fines de septiembre, el personal de la escuela intervino para ofrecer un plan de apoyo para su hijo, que incluye 30 minutos de instrucción especial cada mañana. Pero para entonces, ya había perdido seis semanas de clases. 

Para los estudiantes y padres que son inmigrantes como Macario, una población en crecimiento dentro del distrito escolar unificado de Oakland, los desafíos que enfrentan para ayudar a sus hijos a tener éxito en la escuela este año son abrumadores. “La población de inmigrantes recién llegados fue la más propensa a enfrentar desafíos económicos durante la orden de quedarse en casa, especialmente al principio cuando la orden era más estricta,” dijo Tom Felix, director de los programas para estudiantes recién llegados del distrito. “Al mismo tiempo, no eran elegibles para beneficiarse de casi ninguna ayuda del gobierno” debido a su situación migratoria. 

RECURSOS DE APRENDIZAJE A DISTANCIA PARA PERSONAS QUE NO HABLAN INGLÉS

El sitio de familias del distrito escolar incluye guías y videos en varios idiomas para ayudar a los padres a través del uso de la tecnología necesaria para el aprendizaje a distancia.

Los padres que necesiten computadoras portátiles o internet en casa deben comunicarse con sus escuelas. También pueden ponerse en contacto con Tech Exchange (el sitio web está en inglés), una organización sin fines de lucro local que ayuda a las familias de Oakland de bajos ingresos a acceder a internet y computadoras en el hogar. Puede comunicarse con ellos por teléfono o mensaje de texto al 510-866-2260.

Pandemic Professors, (el sitio web está en inglés), fue creado por graduados recientes de la universidad UC Berkeley. Ofrecen tutoría gratuita en línea para ayudar a los estudiantes de familias de bajos ingresos durante la pandemia. Aquellos padres que hablan español pueden registrarse en línea (el formulario está en español) para encontrar un tutor dejando un mensaje en el 909-667-5703. Los padres también pueden enviar un correo electrónico a Families@pandemicprofessors.org

Cultura y Bienestar es un programa de salud mental de La Clínica de la Raza. Los padres de habla hispana que busquen servicios de salud mental durante la pandemia pueden llamar al 510-535-8411 para hablar con un especialista.Si su organización brinda apoyo a padres inmigrantes hispanohablantes, envíe un correo electrónico a hola@eltimpano.org para que podamos dirigir a los miembros de la comunidad a sus servicios.

Un tercio de los estudiantes del distrito escolar de Oakland (y cerca de un tercio de todos los estudiantes de todas las escuelas en Oakland) están aprendiendo inglés, según datos estatales. El hijo de Macario es uno de los casi 3,000 estudiantes recién llegados que han vivido en los Estados Unidos menos de tres años y hablan un idioma que no es el inglés en casa. En las escuelas del distrito esta cifra subió más de 2,000 estudiantes hace cinco años. Hay alrededor de 15,000 estudiantes que se encuentran aprendiendo inglés como segundo idioma matriculados en escuelas a través de toda la ciudad.

Al comienzo de la pandemia, el personal escolar del distrito que trabajaba con estudiantes inmigrantes y de habla hispana se concentró en tratar de satisfacer las necesidades básicas de las familias: dando información de donde encontrar ayuda financiera, averiguar dónde conseguir computadoras portátiles y ayudarlos a conectarse al internet desde casa. 

Y a pesar de que las escuelas apresuraron sus esfuerzos para garantizar que los estudiantes tengan computadoras portátiles y puntos de acceso wifi para el aprendizaje en línea, los dispositivos son solo una parte para reducir la brecha digital. Las barreras del idioma, las habilidades limitadas del uso de computadoras, y las largas jornadas de trabajo fuera del hogar han dejado a muchos padres inmigrantes latinos frustrados por sus propias limitaciones y preocupados de que con el año escolar ya en marcha, sus hijos se están quedando atrás.

“No se nada de tecnología”

Incluso antes de que las clases escolares fueran en línea, le costó mucho esfuerzo a Diego Acevedo poderle ayudar a sus hijos con la tarea. Acevedo sólo cursó hasta el primer año de preparatoria en México. Su hijo menor ahora cursa el mismo grado en la escuela Fremont High School. Su hija cursa el último año en Bay Tech Charter. Han pasado años desde que ha podido ayudarles a sus hijos con las asignaciones escolares, sin embargo, dijo Acevedo, “cuando traían los papeles a casa, miraba las calificaciones y hablaba con ellos.”

Sin embargo, cuando se trata de computadoras, Acevedo dijo que es donde no puede ayudarles a sus hijos. “No sé nada de tecnología,” dijo. Y ahora que todo está en línea, Acevedo dijo que es más difícil intervenir cuando sus hijos están sacando malas calificaciones. “No se como revisar lo que están haciendo.”

Es su hijo el que más preocupa a Acevedo. En los últimos dos años, “traía malas calificaciones por que estaba adicto al Playstation.” Pero después de que su hijo le asegurara que se esforzara más, Acevedo se muestra optimista de que las cosas van a mejorar. “Le dije que solo va a tener una oportunidad en la vida de estar en la escuela preparatoria.”

Reconociendo los desafíos de este año escolar, Acevedo comenzó a actuar antes de que comenzaran las clases. Fue a Fremont High para hablar con el personal escolar y les dejó su número de teléfono. “Les hice saber que si alguna vez le va mal, o no se presenta, me lo hagan saber.”

Sara Nuño-Villa trabaja en la oficina de equidad del distrito como especialista en participación de la familia y la comunidad. En este momento, gran parte de su trabajo se centra en desarrollar estrategias para apoyar a padres como Acevedo durante el aprendizaje a distancia. Al comienzo del año escolar, su equipo llevó a cabo un horario de oficina de manera virtual para que las familias que hablan español hicieran preguntas y recibieran ayuda con cualquier problema que tuvieran. Crearon tutoriales en vídeo en diferentes idiomas para ayudar a las familias a aprender cómo configurar su Chromebook, cómo conectarse a su teléfono o punto de acceso a Internet y cómo usar el portal para padres en línea.

Pero para las familias que no están familiarizadas en cómo usar el internet, los métodos de comunicación en línea no funcionan. Nuño-Villa y sus colegas también usan aplicaciones de mensajes de texto, llamadas automáticas e incluso han probado visitas a domicilio.

“Una manera de enfocar nuestro trabajo es estando presente, y tener que hacer todo esto en línea ha sido un desafío increíble,” dijo. “¿Cómo construyes relaciones y conoces nuevas familias cuando estás detrás de tu computadora y encerrado en casa?”

“Está solo en casa y yo trabajo todo el día”

Para Dora Correa, no es solo la barrera del idioma y la tecnología lo que hace que sea difícil poderle ayudar a sus dos hijos. También es la falta de tiempo. Correa consiguió un nuevo trabajo este año como ayudante de salud en el hogar y trabaja muchas horas, dejando a sus hijos de 12 y 14 años solos para iniciar sesión en las clases. “Llego a casa para preparar la cena y es casi la hora de ir a dormir,” dijo, hablando por teléfono mientras lavaba los platos en su casa en el este de Oakland.

Correa no es la única. Muchos de los mismos factores que han contribuido a tasas más altas de COVID-19 entre los latinos también se suman a los desafíos que enfrentan como padres este año escolar. Un análisis del Centro Laboral de la universidad UC Berkeley muestra que la mayoría de los trabajadores latinos son trabajadores esenciales en áreas médica, servicio de alimentos y cuidados en el hogar. Estos trabajadores no solo tienen un mayor riesgo de exposición al COVID-19. También es menos probable que estén en casa con sus hijos para ayudarlos a administrar sus horarios de clases e iniciar sesión de clases en línea.

Los maestros de MetWest High School y Greenleaf Elementary, donde los niños de Correa asisten a la escuela, han estado atentos a las necesidades de los estudiantes mandandole mensajes a Correa para informarle cómo les está yendo a sus hijos. Pero Correa desearía tener acceso a un apoyo individualizado que ella no puede brindar. Por ejemplo, después de que la maestra de su hijo menor le dijo que se había perdido algunas clases, ella le preguntó a su hijo por qué. Dijo que no había podido iniciar sesión. “El caso es que él está en casa solo y yo estoy trabajando todo el día, así que no puedo estar aquí ayudándolos,” dijo. “No se que hacer.”

Stephanie Noriega dirige un grupo de trabajadores sociales bilingües que apoyan a los estudiantes recién llegados en el Distrito Escolar Unificado de Oakland. Su equipo ha estado trabajando con estos estudiantes y sus familias para encontrar formas de mantenerlos atentos a las clases en línea, incluso si no pueden asistir a su clase de Zoom en vivo. Dijo que aún pueden completar las tareas o ver un video que envía el maestro. Pero mantenerse atentos al aprendizaje en línea es bastante difícil, incluso para los estudiantes sin acceso y sin saber el idioma que enfrentan muchos recién llegados.

“La escuela, cuando estábamos en sitios físicos, era un espacio seguro para estos estudiantes. Querrían venir a la escuela porque este era el único espacio donde se sentían apoyados, donde sabían que podrían recibir algo de comer,” dijo Noriega. “Cuando eso no esta, es muy difícil para los niños concentrarse en lo académico o presentarse en un aula o ese espacio ya no se puede crear virtualmente.”

“Mi mayor preocupación”, dijo Correa, “es que no van a aprender lo suficiente para pasar este año, o incluso si aprueban, no será porque sepan todo lo que deberían saber.”

Nuño-Villa y otros especialistas del distrito han estado trabajando con los padres sobre cómo mantenerse involucrados en el trabajo de aprendizaje a distancia de sus estudiantes, incluso si no pueden estar presentes durante la clase, o no hablan, ni leen inglés. Haciendo preguntas a sus estudiantes sobre lo que están aprendiendo, lo que sucedió durante la clase a distancia ese día o lo que les frustra, dijo Nuño-Villa, son todas formas en que los padres monolingües pueden participar con el material.

“Fue demasiado”

Hilda Ramos, madre de dos hijos que vive en el distrito de Fruitvale, dijo que criar a sus hijos durante la pandemia le ha causado dolores de cabeza y agotamiento. En la primavera cuando las clases pasaron en línea, y entre sus hijos de 6 y 8 años encerrados y Ramos, que nunca antes había usado una computadora, y batallando para poder ayudarlos a iniciar sesión en sus clases, “tuve unos meses cuando fue demasiado.”

El hijo menor de Ramos, que tiene autismo, comenzó el kindergarten en la primaria Bella Vista este otoño. Al mismo tiempo, los dolores de cabeza de Ramos, los cuales se habían calmado en el transcurso del verano, regresaron. Como hacen la mayoría de los padres en las clases de educación especial, ella intentaba acompañarlo a través de sus sesiones en línea. Pero como ella es la única madre de la clase que no habla inglés, es casi imposible que entienda la sesión. Le preguntó a la escuela si podían proporcionarle un intérprete, pero dice que todavía no le han dado una respuesta.

Las barreras del idioma dentro del distrito han estrechado las capacidades de los intérpretes. A dos meses del semestre de otoño, la oficina de equidad del distrito escolar todavía está en el proceso de contratar intérpretes que hablen árabe, vietnamita y mam, un idioma indígena hablado por una creciente comunidad de inmigrantes mayas de Guatemala del este de Oakland.

Nuño-Villa dijo que la oficina de equidad evalúa constantemente sus estrategias y desarrolla nuevas, basándose en los comentarios de las familias. Pronto habrá una línea telefónica directa en español, dijo, donde los padres podrán llamar y hablar con una persona en vivo que buscará las respuestas a sus preguntas. Pero aún queda trabajo por hacer.

“Lo que estamos aprendiendo”, dijo Nuño-Villa, “es que cualquier problema que hubiéramos tenido antes de la pandemia, ahora es realmente visible y se ha agravado.”

A pesar de los desafíos, todos los padres con los que hablamos para este artículo dijeron que apoyan que el año escolar sea remoto. “Por la seguridad [de los niños], no quisiera que sea en persona todavía,” dijo uno de los más de una docena de padres que compartieron sus comentarios sobre el tema con El Tímpano.

Ese apoyo puede deberse a la mayor probabilidad entre los latinos de conocer a alguien que ha tenido el virus. La tasa de COVID-19 entre los latinos en el condado de Alameda es seis veces mayor que la de los blancos y casi tres veces la de los afro-americanos y los isleños del Pacífico. Para los padres latinos que han experimentado el virus ellos mismos o dentro de sus familias o comunidades, es fácil imaginar las consecuencias de la instrucción en persona.

“Como hemos visto en otros lugares, algunos niños son asintomáticos,” dijo Acevedo, padre de dos estudiantes de preparatoria. A pesar de las precauciones como tomar la temperatura, dijo, esos niños podrían pasar desapercibidos.” Y pueden infectar a otros niños, y se propagara, y luego lo traerán a sus casas.”

“Siento que es mejor seguir así, luchando de esta manera.”

Madeleine Bair is an award-winning journalist and media developer. She is the founder of El Tímpano, a Spanish-language reporting lab designed in collaboration with Oakland’s Latinx and Mayan immigrants, and described as an “outstanding innovation model” in the 2019 Latino News Media report. Madeleine is proud to have begun her career in journalism as a kid in a youth media organization based in a church attic in downtown Oakland. Since then, she has taught radio production to teenagers, worked on a morning show at Chicago Public Radio, produced multimedia for Human Rights Watch, and collaborated with media activists from around the world. Madeleine’s stories have appeared in the Washington Post, San Francisco Chronicle, and Colorlines, and broadcast on public media programs including PRI’s The World and Independent Lens.

Ashley McBride writes about education equity for The Oaklandside. Her work covers Oakland’s public district and charter schools. Before joining The Oaklandside in 2020, Ashley was a reporter for the San Antonio Express-News and the San Francisco Chronicle as a Hearst Journalism Fellow, and has held positions at the Poynter Institute and the Palm Beach Post. Ashley earned her master’s degree in journalism from Syracuse University.